Alguna vez recogerá su fuego
y sembrará sus llamas y sus hojas
otra vez en la nave de la tierra
Pablo Neruda. Canto General, 1950
Las Edades del Fuego
PROYECTO FINALISTA DEL CONCURSO YAP CONSTRUCTO 9
EQUIPO : Leonardo Quinteros, Stephan Püschel y Alexis Quinteros.
Los incendios forestales en Chile son un grave problema que tiene una larga historia, la cual se ha puesto de manifiesto en los últimos años y meses con el dramático rebrote de siniestros en el centro y sur del país, donde según las últimas estimaciones, más de 600.000 hectáreas de bosque han sido consumidas por las llamas.
De acuerdo con la Corporación Nacional Forestal (CONAF), las zonas boscosas de Chile cubren una superficie de 17,66 millones de hectáreas, equivalente al 23,3% del territorio nacional, de las cuáles el 19,04% corresponde a bosque nativo y el 3,08% a plantaciones forestales. Son precisamente éstas últimas las que, apoyadas por la acción antrópica y leyes como el ‘DL 701’, han aportado mayormente a la deforestación y quema del bosque ancestral chileno. Esto se ha producido principalmente a través de monocultivos de pino y eucalipto los cuales además de ser perfectos propagadores del fuego, han contaminado y alterado además el balance hídrico preexistente.
Así mismo, si se toma en cuenta el contexto mundial, es posible apreciar como a partir de la era industrial y en sólo dos siglos, más de la mitad de la masa forestal que originalmente cubría el planeta ha sido destruida. En Chile, el origen de esta devastación se remonta a los siglos XVIII y XIX debido a procesos como la colonizaciones española y alemana, el auge cerealero del trigo, y actualmente a causa de la actividad de las grandes empresas madereras, sumado a igniciones intencionales y accidentales por parte de la población.
Cuatro, se nos enseña, son las fases que gobiernan los ciclos de la Naturaleza: nacimiento, vida, muerte, y renacimiento. Una vieja rueda que mientras gira, va reemplazando antiguas formas por nuevas, en un ininterrumpido proceso de regulares transformaciones, partidas y retornos. Las construcciones humanas estuvieron ligadas por cientos de miles de años a este espíritu de regeneración cíclica del tiempo. Las primeras chozas, transitorias y perecederas, debían desaparecer para refundirse en su entorno, y continuar con el ritmo inmemorial de destrucción y recreación periódicas del mundo. Un elemento que expresa la esencia de estos ciclos y nos relaciona con los orígenes de la humanidad es el fuego.
El fuego es un antiguo elemento que ha acompañado a los seres humanos desde casi los comienzos de su aparición en la Tierra. Su asociación a las fuerzas del sol y la eclosión de los seres vivos, insertas dentro de la eterna sucesión de los ciclos naturales, ha sido recurrente en muchas sociedades humanas. De ahí la ambivalencia de su carácter como destructor y creador, negativo y positivo, ya que en cuanto quema y consume, es también un símbolo de purificación y regeneración. Aunque por un lado oscurezca y devore, simboliza al mismo tiempo la acción fecundante que purga e ilumina con sus llamas, como el sol por sus rayos. El fuego es por tanto una rueda de renovación periódica del cosmos, que a través de la combustión permite el nuevo nacimiento. Ritos asociados a la quema de objetos, estructuras y chozas por medio de piras pueden ser hallados en innumerables culturas del mundo, inclusive en nuestro país. En ellos, cada vez que que la vida se halla amenazada y el cosmos agotado, se precisa del acto de dar una muerte simbólica a la humanidad a través del fuego, a fin de retornar a lo primordial, al origen, y así poder volver a empezar.
La materialización de ‘Las Edades del Fuego’ se consigue a través de tres operaciones: el gnomon, el tendedero de carbón, y el jardín interior.
1 | Gnomon
El gnomon es el centro que marca la dimensión temporal de la propuesta a través de la designación de un punto particular entre la tierra y el aire. Es un hito que mide el espacio y el tiempo, que a través del dialogo entre la luz solar y la gastada madera, se convierte en un artefacto que con el movimiento de sus sombras permite registrar momentos especiales de los ciclos naturales, tales como el equinoccio de otoño. Es precisamente la observación de este fenómeno natural, la cual nos entrega el fundamento para establecer la orientación de un eje que marca los dos accesos del proyecto. Estos quedan de esta manera fijados y alineados a los ciclos del universo. El gnomon, como un tótem, es una representación simbólica del bosque ancestral chileno destruido por los incendios y la tala indiscriminada. Es una manifestación física de la ausencia de estos ecosistemas milenarios, cuyos vestigios se encuentran ahora en peligro de desaparición debido al impacto de los humanos.
2 | Tendedero de carbón
La segunda operación es la construcción de un límite a fin de crear un lugar calmo y resguardado. La intención es establecer un espacio que provoque una atmósfera más lenta cercana a nuestros ritmos biológicos internos, los cuáles siempre han estado conectados a los ciclos naturales. Esto se consigue a través del levantamiento de un muro de carbón, el cuál se constituye como una estructura tipo tendedero que colabora con las formas de apilamiento natural de los troncos carbonizados. Este movimiento es una reinterpretación del posicionamiento tanto de los troncos al interior del horno de carbón tradicional chileno, como de las estructuras de secado de madera de los tejueleros de Chiloé. El resultado de esta operación evoca una atmósfera relacionada al tipo de sensaciones que el cuerpo humano experimenta al encontrarse al interior de una choza primigenia, en la cual los cinco sentidos interactúan, especialmente el olfato que nos transporta al territorio sur de Chile, el más austral del mundo. En esta boscosa zona del planeta, el fuego ha tenido históricamente una fuerte presencia, desde las fogatas de los pueblos precolombinos, los incendios forestales, hasta las antiguas cocinas a leña, donde las familias se calientan del frío, cocinan sus alimentos, y cuelgan sus mojadas ropas a secar. Esto ha sido posible gracias al bajo costo y las bondades de una noble materia: el carbón. Este material, que ha sido piedra angular en el desarrollo de nuestra historia como humanidad, es utilizado en la propuesta desde la ambivalencia de su carácter, una apariencia pesada y maciza que esconde una fragilidad y liviandad insospechadas.
3 | Jardín interior
El jardín interior se concibe como un lugar oculto tras los muros de carbón, el cual se constituye como un descubrimiento inesperado dentro de una piel que se mantiene hermética y muda sobre un negro campo de cenizas. Este lugar se manifiesta como una invitación al estímulo de los sentidos, permitiendo al visitante sumergirse en una atmósfera contemplativa, que invita a la percepción reflexiva. El jardín cristaliza la esperanza, el renacimiento de la vida en contraste con la naturaleza inerte y muerta del carbón. Éste, que alguna vez fue árbol, se convierte ahora en un silente cercado que soporta el crecimiento de la nueva vida vegetal. Rodeando el gnomon se encuentra un estanque abierto al cielo, el cual permite refrescar el ambiente, incentivando así la permanencia de los visitantes.